El covid 19 y los problemas mentales
La Pandemia: Reflexiones de lo que fue mi encierro
Durante la pandemia global de COVID-19, cada habitante del planeta experimentó sus efectos de manera singular.
Este texto no pretende ser una noticia ni un análisis científico. Es una reflexión personal y subjetiva, moldeada por mi forma de vivir y entender el mundo, posiblemente influida por mi diagnóstico de trastorno bipolar. Algunas apreciaciones pueden parecer erróneas o desacertadas; aun así, son mi verdad vivida.
El encierro y el miedo
Fuimos testigos de una crisis sanitaria que afectó todos los aspectos de la sociedad. Para muchos, como para mí, no fue del todo claro qué ocurrió ni por qué. Se nos dijo que era una situación de origen natural, que para protegernos debíamos someternos a estrictos controles de movilidad. Y así lo hicimos: permanecimos encerrados, evitando el contacto con otras personas, dominados por el miedo constante al contagio y a la muerte.
Esta situación de encierro prolongado y tensión permanente fue traumática. En mi caso, como persona con trastorno bipolar, existía el riesgo real de que una crisis se desencadenara. Afortunadamente, no ocurrió. Aunque reconozco que sí me afectó emocionalmente, no llegó a convertirse en una descompensación aguda.
Entre la sospecha y la manipulación
Creo firmemente que un virus contagioso causó enfermedad y muerte; eso está demostrado científicamente. Sin embargo, también siento —desde mi percepción subjetiva— que hubo elementos de manipulación informativa y de control social.
Durante esos meses, sentí que el miedo se utilizó como un mecanismo para mantenernos encerrados y resignados. Me pareció que, mientras muchas pequeñas y medianas empresas quebraban, los grandes conglomerados económicos salían fortalecidos. Parecía como si, en medio del caos, se hubiera aprovechado la situación para reestructurar la economía mundial a favor de unos pocos.
Sé que esta idea puede parecer conspirativa, y admito que no tengo pruebas. Tampoco afirmo conocer a los responsables. Pero esa fue mi sensación como ciudadano encerrado, mirando desde una ventana el mundo detenido.
¿Fue la peor pandemia?
Históricamente, las pestes han acompañado al ser humano. A medida que avanzan los años, parecen volverse menos catastróficas, al menos en términos proporcionales. Aun así, esta pandemia me tocó vivirla “en vivo y en directo”, como a todos los que seguimos con vida en este 2024.
Considero que la emergencia fue, en parte, exagerada. No niego el daño causado: millones de personas murieron. Pero si se comparan los números con otras pandemias —como la peste negra—, las cifras porcentuales fueron relativamente bajas. Lo que realmente caló fue el miedo. Un miedo tan profundo que tal vez dejó más heridas emocionales que físicas.
Ciencia, avances y límites
Hoy sabemos mucho más sobre los virus que en otras épocas. Entendemos cómo se transmiten, cómo detectarlos, cómo mitigarlos con vacunas, y cómo tratar a quienes se contagian. En el pasado, las personas morían sin saber por qué. Hoy, a pesar del caos, la ciencia ofreció respuestas y soluciones, aunque no tan rápidas ni perfectas como se esperaba.
Sobrevivientes de lo vivido
Yo sobreviví. Como lo hicimos la mayoría. Lo que pasó no tiene vuelta atrás. Y aunque el miedo persista, también hay lugar para la reflexión.
Epílogo
Este artículo no busca convencer a nadie. Es solo una manera de compartir mi experiencia. Invito a quienes lo lean a seguir informándose desde distintas fuentes, a contrastar puntos de vista y, sobre todo, a no dejar de pensar críticamente, incluso cuando el mundo parece tambalearse.
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