La esquina de Poe

En este apartado se tienen varias entradas sobre este escritor que es de mi gusto, ademas con las fuentes que utilicé para inspirarme en escribirlas.

Para empezar voy a colgar uno de los cuentos que mas me gustan de este escritor:

Cuento Eleonora por Poe



Uno de los hechos que según mi apreciación sobre Poe, lo marcó fuertemente fue la agonía y muerte de su esposa Virginia, quien a la vez era su sobrina, cuando se lee el cuento que les presentaré a continuación: El expresa ese sentimiento desgarrador, mediante un relato corto que uno cree que es uno mas de sus cuentos de terror, pero al avanzar en su lectura, termina siendo un poema con una hermosa historia de amor.

"Eleonora" es uno de los cuentos fantásticos de de Poe, publicado en 1842 en la revista The Gift, y reeditado con algunas correcciones en 1845, en el Broadway Journal. Aquí, Poe parece anticiparse a los senderos de la culpa y la desesperada búsqueda de perdón y redención. Durante el período en que fue escrito Eleonora, Virginia Clemm, esposa del autor, comenzaba a manifestar los primeros síntomas de tuberculosis cinco años antes de su muerte. Es mundialmente aceptado por los seguidores del maestro del terror gótico que este trabajo refleja un sentimiento proyectado hacia un futuro sin Virginia, acaso con una nueva musa. Los temas del primer amor arrebatado por la muerte, la culpa por el incesto y el olvido, se repiten en toda su obra. Algunos de los cuentos que lo evidencian son: Berenice, El retrato oval, La caída de la casa Usher, Morella, Ligeia, entre tantos otros.

El personaje que Poe muestra se describe en el primer párrafo del cuento como loco y pronuncia una de las frases mas conocidas del autor que dice: "Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan solo de noche", a pesar de ser muy conocida esta oración, no creo que sea muy conocida la fuente inicial, que corresponde al cuento Eleonora.  A Poe se le tilda de haber estado Loco o de acuerdo con las descripciones modernas como una persona afectada de trastorno bipolar, y como tal se le atribuye haberse descrito a si mismo con estas palabras, sin embargo, la realidad es que estas palabras describen a un personaje de ficción, aunque es posible que fueran autobiograficas.



Sub conservatione formæ specifícæ salva anima.

(RAIMUNDO LULIO)



Vengo de una raza notable por la fuerza de la imaginación y el ardor de las pasiones.

                                    Eleonora


Los hombres me han llamado loco; pero todavía no se ha resuelto la cuestión de si la locura es o no la forma más elevada de la inteligencia, si mucho de lo glorioso, si todo lo profundo, no surgen de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimo exaltados a expensas del intelecto general. Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche. En sus grises visiones obtienen atisbos de eternidad y se estremecen, al despertar, descubriendo que han estado al borde del gran secreto. De un modo fragmentario aprenden algo de la sabiduría propia y mucho más del mero conocimiento propio del mal. Penetran, aunque sin timón ni brújula, en el vasto océano de la «luz inefable», y otra vez, como los aventureros del geógrafo nubio, «agressi sunt mare tenebrarum quid in eo esset exploraturi».

Diremos, pues, que estoy loco. Concedo, por lo menos, que hay dos estados distintos en mi existencia mental: el estado de razón lúcida, que no puede discutirse y pertenece a la memoria de los sucesos de la primera época de mi vida, y un estado de sombra y duda, que pertenece al presente y a los recuerdos que constituyen la segunda era de mi existencia. Por eso, creed lo que contaré del primer período, y, a lo que pueda relatar del último, conceded tan sólo el crédito que merezca; o dudad resueltamente, y, si no podéis dudar, haced lo que Edipo ante el enigma.


La amada de mi juventud, de quien recibo ahora, con calma, claramente, estos recuerdos, era la única hija de la hermana de mi madre, que había muerto hacía largo tiempo. Mi prima se llamaba Eleonora. Siempre habíamos vivido juntos, bajo un sol tropical, en el Valle de la Hierba Irisada. Nadie llegó jamás sin guía a aquel valle, pues quedaba muy apartado entre una cadena de gigantescas colinas que lo rodeaban con sus promontorios, impidiendo que entrara la luz en sus más bellos escondrijos. No había sendero hollado en su vecindad, y para llegar a nuestra feliz morada era preciso apartar con fuerza el follaje de miles de árboles forestales y pisotear el esplendor de millones de flores fragantes. Así era como vivíamos solos, sin saber nada del mundo fuera del valle, yo, mi prima y su madre.


Desde las confusas regiones más allá de las montañas, en el extremo más alto de

nuestro circundado dominio, se deslizaba un estrecho y profundo río, y no había nada más brillante, salvo los ojos de Eleonora; y serpeando furtivo en su sinuosa carrera, pasaba, al fin, a través de una sombría garganta, entre colinas aún más oscuras que aquellas de donde saliera. Lo llamábamos el «Río de Silencio», porque parecía haber una influencia enmudecedora en su corriente. No brotaba ningún murmullo de su lecho y se deslizaba tan suavemente que los aljofarados guijarros que nos encantaba contemplar en lo hondo de su seno no se movían, en quieto contentamiento, cada uno en su antigua posición, brillando gloriosamente para siempre.





Las márgenes del río y de los numerosos arroyos deslumbrantes que se deslizaban por

caminos sinuosos hasta su cauce, así como los espacios que se extendían desde las márgenes descendiendo a las profundidades de las corrientes hasta tocar el lecho de guijarros en el fondo, esos lugares, no menos que la superficie entera del valle, desde el río hasta las montañas que lo circundaban, estaban todos alfombrados por una hierba suave y verde, espesa, corta, perfectamente uniforme y perfumada de vainilla, pero tan salpicada de amarillos ranúnculos, margaritas blancas, purpúreas violetas y asfódelos rojo rubí, que su excesiva belleza hablaba a nuestros corazones, con altas voces, del amor y la gloria de Dios.


Y aquí y allá, en bosquecillos entre la hierba, como selvas de sueño, brotaban fantásticosárboles cuyos altos y esbeltos troncos no eran rectos, mas se inclinaban graciosamente hacia la luz que asomaba a mediodía en el centro del valle. Las manchas de sus cortezas alternaban el vívido esplendor del ébano y la plata, y no había nada más suave, salvo las mejillas de Eleonora; de modo que, de no ser por el verde vivo de las enormes hojas que se derramaban desde sus cimas en largas líneas trémulas, retozando con los céfiros, podría habérselos creído gigantescas serpientes de Siria rindiendo homenaje a su soberano, el Sol.

Tomados de la mano, durante quince años, erramos Eleonora y yo por ese valle antes de que el amor entrara en nuestros corazones. Ocurrió una tarde, al terminar el tercer lustro de su vida y el cuarto de la mía, abrazados junto a los árboles serpentinos, mirando nuestras imágenes en las aguas del Río de Silencio. No dijimos una palabra durante el resto de aquel dulce día, y aun al siguiente nuestras palabras fueron temblorosas, escasas. Habíamos arrancado al dios Eros de aquellas ondas y ahora sentíamos que había encendido dentro de nosotros las ígneas almas de nuestros antepasados. Las pasiones que durante siglos habían distinguido a nuestra raza llegaron en tropel con las fantasías por las cuales también era famosa, y juntos respiramos una dicha delirante en el Valle de la Hierba Irisada. Un cambio sobrevino en todas las cosas. Extrañas, brillantes flores estrelladas brotaron en los árboles donde nunca se vieran flores. Los matices de la alfombra verde se ahondaron, y mientras una por una desaparecían las blancas margaritas, brotaban, en su lugar, de a diez, los asfódelos rojo rubí. Y la vida surgía en nuestros senderos, pues altos flamencos hasta entonces nunca vistos, y todos los pájaros gayos, resplandecientes, desplegaron su plumaje escarlata ante nosotros. Peces de oro y plata frecuentaron el río, de cuyo seno brotaba, poco a poco, un murmullo que culminó al fin en una arrulladora melodía más divina que la del arpa eólica, y no había nada más dulce, salvo la voz de Eleonora. Y una nube voluminosa que habíamos observado largo tiempo en las regiones del Héspero flotaba en su magnificencia de oro y carmesí y, difundiendo paz sobre nosotros, descendía cada vez más, día a día, hasta que sus bordes descansaron en las cimas de las montañas, convirtiendo toda su oscuridad en esplendor y encerrándonos como para siempre en una mágica casa-prisión de grandeza y de gloria.


La belleza de Eleonora era la de los serafines, pero era una doncella natural e inocente, como la breve vida que había llevado entre las flores. Ningún artificio disimulaba el fervoroso amor que animaba su corazón, y examinaba conmigo los escondrijos más recónditos mientras caminábamos juntos por el Valle de la Hierba Irisada y discurríamos sobre los grandes cambios que se habían producido en los últimos tiempos.


Por fin, habiendo hablado un día, entre lágrimas, del último y triste camino que debe sufrir el hombre, en adelante se demoró Eleonora en este único tema doloroso,

vinculándolo con todas nuestras conversaciones, así como en los cantos del bardo de Schiraz las mismas imágenes se encuentran una y otra vez en cada grandiosa variación de la frase.

Vio el dedo de la muerte posado en su pecho, y supo que, como la efímera, había sido creada perfecta en su hermosura sólo para morir; pero, para ella, los terrenos de tumba se reducían a una consideración que me reveló una tarde, a la hora del crepúsculo, a orillas del Río de Silencio. Le dolía pensar que, una vez sepulta en el Valle de la Hierba Irisada, yo abandonaría para siempre aquellos felices lugares, transfiriendo el amor entonces tan apasionadamente suyo a otra doncella del mundo exterior y cotidiano. Y entonces, allí, me arrojé precipitadamente a los pies de Eleonora y juré, ante ella y ante el cielo, que nunca me uniría en matrimonio con ninguna hija de la Tierra, que en modo alguno me mostraría desleal a su querida memoria, o a la memoria del abnegado cariño cuya bendición había yo recibido. Y apelé al poderoso amo del Universo como testigo de la piadosa solemnidad de mi juramento. Y la maldición de Él o de ella, santa en el Elíseo, que invoqué si traicionaba aquella promesa, implicaba un castigo tan horrendo que no puedo mentarlo. Y los brillantes ojos de Eleonora brillaron aún más al oír mis palabras, y suspiró como si le hubieran quitado del pecho una carga mortal, y tembló y lloró amargamente, pero aceptó el juramento (pues, ¿qué era sino una niña?) y el juramento la alivió en su lecho de muerte. Y me dijo, pocos días después, en tranquila agonía, que, en pago de lo que yo había hecho para confortación de su alma, velaría por mí en espíritu después de su partida y, si le era permitido, volvería en forma visible durante la vigilia nocturna; pero, si ello estaba fuera del poder de las almas en el Paraíso, por lo menos me daría frecuentes indicios de su presencia, suspirando sobre mí en los vientos vesperales, o colmando el aire que yo respirara con el perfume de los incensarios angélicos. Y con estas palabras en sus labios sucumbió su inocente vida, poniendo fin a la primera época de la mía.






Hasta aquí he hablado con exactitud. Pero cuando cruzo la barrera que en la senda del Tiempo formó la muerte de mi amada y comienzo con la segunda era de mi existencia,siento que una sombra se espesa en mi cerebro y duda de la perfecta cordura de mi relato.


Mas dejadme seguir. Los años se arrastraban lentos y yo continuaba viviendo en el Valle de la Hierba Irisada; pero un segundo cambio había sobrevenido en todas las cosas. Las flores estrelladas desaparecieron de los troncos de los árboles y no brotaron más. Los matices de la alfombra verde se desvanecieron, y uno por uno fueron marchitándose los asfódelos rojo rubí, y en lugar de ellos brotaron de a diez oscuras violetas como ojos, que se retorcían desasosegadas y estaban siempre llenas de rocío. Y la Vida se retiraba de nuestros senderos, pues el alto flamenco ya no desplegaba su plumaje escarlata ante nosotros, mas voló tristemente del valle a las colinas, con todos los gayos pájaros brillantes que habían llegado en su compañía. Y los peces de oro y plata nadaron a través de la garganta hasta el confín más hondo de su dominio y nunca más adornaron el dulce río. Y la arrulladora melodía,más suave que el arpa eólica y más divina que todo, salvo la voz de Eleonora, fue muriendo poco a poco, en murmullos cada vez más sordos, hasta que la corriente tornó, al fin, a toda la solemnidad de su silencio originario. Y por último, la voluminosa nube se levantó y, abandonando los picos de las montañas a la antigua oscuridad, retornó a las regiones del Héspero y se llevó sus múltiples resplandores dorados y magníficos del Valle de la Hierba Irisada.







Pero las promesas de Eleonora no cayeron en el olvido, pues escuché el balanceo de los incensarios angélicos, y las olas de un perfume sagrado flotaban siempre en el valle, y en las horas solitarias, cuando mi corazón latía pesadamente, los vientos que bañaban mi frente me llegaban cargados de suaves suspiros, y murmullos confusos llenaban a menudo el aire nocturno, y una vez —¡ah, pero sólo una vez!— me despertó de un sueño, como el sueño de la muerte, la presión de unos labios espirituales sobre los míos.


Pero, aun así, rehusaba llenarse el vacío de mi corazón. Ansiaba el amor que antes lo colmara hasta derramarse. Al fin el valle me dolía por los recuerdos de Eleonora, y lo abandoné para siempre en busca de las vanidades y los turbulentos triunfos del mundo.


Me encontré en una extraña ciudad, donde todas las cosas podían haber servido para

borrar del recuerdo los dulces sueños que tanto duraran en el Valle de la Hierba Irisada. El fasto y la pompa de una corte soberbia y el loco estrépito de las armas y la radiante belleza de la mujer extraviaron e intoxicaron mi mente. Pero, aun entonces, mi alma fue fiel a su juramento, y las indicaciones de la presencia de Eleonora todavía me llegaban en las silenciosas horas de la noche. De pronto, cesaron estas manifestaciones y el mundo se oscureció ante mis ojos y quedé aterrado ante los abrasadores pensamientos que me poseyeron, ante las terribles tentaciones que me acosaron, pues llegó de alguna lejana, lejanísima tierra desconocida, a la alegre corte del rey a quien yo servía, una doncella ante cuya belleza mi corazón desleal se doblegó en seguida, a cuyos pies me incliné sin una lucha, con la más ardiente, con la más abyecta adoración amorosa. ¿Qué era, en verdad, mi pasión por la jovencita del valle, en comparación con el ardor y el delirio y el arrebatado éxtasis de adoración con que vertía toda mi alma en lágrimas a los pies de la etérea Ermengarda? ¡Ah, brillante serafín, Ermengarda! Y sabiéndolo, no me quedaba lugar para ninguna otra. ¡Ah, divino ángel, Ermengarda! Y al mirar en las profundidades de sus ojos, donde moraba el recuerdo, sólo pensé en ellos, y en ella.

Me casé; no temí la maldición que había invocado, y su amargura no me visitó. Y una

vez, pero sólo una vez en el silencio de la noche, llegaron a través de la celosía los suaves suspiros que me habían abandonado, y adoptaron la voz dulce, familiar, para decir:




«¡Duerme en paz! Pues el espíritu del Amor reina y gobierna y, abriendo tu apasionado corazón a Ermengarda, estás libre, por razones que conocerás en el Cielo, de tus juramentos a Eleonora.»


Los últimos días de Poe, sus enfermedades y como influenciaron su escritura.





"Los hombres me han llamado loco; pero todavía no se ha resuelto la cuestión de si la locura es o no la forma más elevada de la inteligencia, si mucho de lo glorioso, si todo lo profundo, no surgen de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimo exaltados a expensas del intelecto general. 
Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche"

Eleonora. [fragmento]
Cuento de Edgar Allan Poe
Traducción: Julio Cortázar.

Pretendo mostrar como la vida de una persona como Poe, se ve afectada por una personalidad inestable, sobre todo en los últimos días de su vida, donde se vislumbra su acercamiento a un desenlace triste y duro.

La vida de Poe estuvo marcada por sus desbalances mentales, que lo hacían inspirar de una forma excepcional algunas veces y que también le provocaban crisis que lo llevaban al mas profundo abismo, su vida fue muy difícil, todos sus amores fueron bastante complicados, se le acusa muchas veces (según Cortázar y algunos investigadores de forma infame e injusta), de haber sido un degenerando, un pervertido, un loco, un alcohólico empedernido; pero según las últimas investigaciones serias, su personalidad se debía mas a problemas mentales, que a ser una persona malvada, los malvados eran los personajes de sus historias no Poe.  Muchas veces esta forma de mostrarlo se hacía con el fin de poder vender mejor sus escritos después de muerto y en vida para denigrar de él por sus coterráneos debido a la envidia que les despertaba.

Los personajes de sus historias muchas veces son siniestros, con facetas oscuras, en sus escritos hay descripciones macabras de acciones muchas veces crueles, donde en cortos relatos se muestra una psicología depravada, personajes capaces de las acciones más horribles, por estas historias se considera el padre del genero de terror, sin embargo, son solo historias de ficción y esto no quiere decir que su autor fuera como los personajes de sus cuentos.

Alguna vez según palabras de Poe 
"Como ofensa, mis enemigos atribuyeron mi locura al alcohol en vez del abuso de alcohol a la locura"2

La adicción al alcohol o a las drogas es algo más común en personas con desequilibrios mentales, que en los que no lo son, por lo que en la antigüedad quienes padecieron ciertos trastornos mentales casi siempre eran alcohólicos y muy criticados por esto.

En el caso de Poe al parecer el alcoholismo fué el desencadenante de su muerte, mas bien temprana, murió a los 40 años, pero esta también estuvo bastante influenciada por sus desequilibrios mentales, según se intuye leyendo sobre su vida, antes de su muerte estaba en un periodo largo de depresión profunda del cual no pudo salir.

También algunos médicos modernos afirman que Poe pudo también haber sufrido de un tipo raro de epilepsia, no la típica convulsiva si no epilepsia parcial compleja la cual no es tan evidente. Según el artículo:  La historia médica de Edgar Alan Poe de la revista médica de Chile "Es comprensible que en esa época no se diagnosticara epilepsia, salvo en la presencia de crisis convulsivas, la epilepsia parcial compleja o psicomotora fue reconocida 40 años más tarde"2

Según se dice en un artículo del blog Matasanos: "En cuentos como “El pozo y el péndulo” se relatan los horrores sufridos por el protagonista torturado en los tiempos de la inquisición. Al inicio de este relato se describen alucinaciones visuales complejas y luego inconsciencia, lo que sugiere una crisis epiléptica:

“…
En un inicio vino una gran náusea sobre mi espíritu y entonces sentí cada fibra de mi cuerpo saltar como si estuviera conectado a una corriente galvánica, mientras que las formas angelicales que veía se transformaron en espectros y vino la oscuridad como si el alma se sumergiera en Hades…”" 3

Poe pudo sufrir de epilepsia y de trastorno bipolar al mismo tiempo, son enfermedades similares, según dicen algunos médicos y pueden presentarse claramente en algunas personas, es mas sin tener una explicación bien exacta del porque, se ha encontrado experimentalmente que muchos anticonvulsivos son efectivos para el tratamiento del trastorno bipolar.

La vida de este poeta fue relativamente corta, considerando que era de una familia mas bien acomodada, podría haber llegado a una vejez tranquila,  sus problemas mentales (no se puede considerar que fuera loco, aunque muchos lo catalogan como tal) lo afectaron seriamente, lo marcaron fuertemente, pero también lo inspiraron.

Su legado y virtud fue saber narrar de una forma casi real, parte de los sentimientos causados por sus afecciones, mediante relatos de ficción escritos de una forma poética. repitiendo las palabras del principio de la entrada "
Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche" que resume la capacidad de las personas con trastornos de la mente de sentir cosas diferentes a las personas normales y la gran virtud de Edgar Alan Poe, fue escribirlas para la posteridad.

Para terminar con la entrada pretendo realizar un pequeño análisis de la personalidad y de las dolencias mentales de Poe, basado en la biografía de Cortázar y sobre todo cuando describe los últimos días de su vida, mediante los comentarios en negrilla y cursiva que son de mi autoría, los en letra normal corresponden a la biografía de Cortázar.

Fragmento del prólogo de Julio Cortázar en “Edgar Allan Poe: cuentos completos”

Con motivo del bicentenario de Edgar Allan Poe (1809-1849), la casa editorial Páginas de Espuma pondrá en circulación el volumen Edgar Allan Poe: cuentos completos, edición comentada, con traducción y prólogo de Julio Cortázar. Reproducimos un fragmento del clásico prólogo de Cortázar que ha sido publicado, como adelanto, por el diario mexicano La Jornada.


Al principio fue el miedo. Se sabe que Edgar temía la oscuridad, que no podía dormir, que “Muddie” debía quedarse horas a su lado, teniéndole la mano. Cuando se apartaba al fin de su lado, él abría los ojos. “Todavía no, Muddie, todavía no…” Pero de día se puede pensar con ayuda de la luz, y Edgar es todavía capaz de asombrosas concentraciones intelectuales. De ellas va a nacer “Eureka”, así como del fondo de la noche, del balbuceo mismo del terror, rezumará la maravilla de “Ulalume”.

El año 1847 mostró a Poe luchando contra los fantasmas, recayendo en el opio y el alcohol, aferrándose a una adoración por completo espiritual de Marie Louse Shew, que había ganado su afecto durante la agonía de Virginia. Ella contó más tarde que “Las campanas” nacieron de un diálogo entre ambos. Contó también los delirios diurnos de Poe, sus imaginarios relatos de viajes a España y a Francia, sus duelos, sus aventuras. Mrs. Shew admiraba el genio de Edgar y tenía una profunda estima por el hombre. Cuando sospechó que la presencia incesante del poeta iba a comprometerla, se alejó apenada, como lo había hecho Frances Osgood. Y entonces entra en escena la etérea Sarah Helen Whitman, poetisa mediocre pero mujer llena de inmaterial encanto, como las heroínas de los mejores sueños vividos o imaginados por Edgar, y que además se llama Helen, como él había llamado a su primer amor de adolescencia. Mrs. Whitman había quedado tempranamente viuda, pertenecía a los literati y cultivaba el espiritismo, como la mayoría de aquellos. Poe descubrió de inmediato sus afinidades con Helen, pero el mejor índice de su creciente desintegración lo da el hecho de que, en 1848, mientras por una parte mantiene correspondencia amorosa con Mrs. Whitman, que aún hoy conmueve a los entusiastas del género, por otra parte conoce a Mrs. Annie Richmond, cuyos ojos le causan profunda impresión (uno piensa en los dientes de Berenice), y de inmediato la visita, gana la confianza de su esposo, de toda la familia, la llama “hermana Annie” y descansa en su amistad, encuentra ese alivio espiritual que requería siempre de las mujeres y que una sola era ya incapaz de darle.

"Eran ya los últimos días de Poe, se pueden notar características de su inestabilidad mental, era dependiente del opio y del alcohol, muestra sus relaciones amorosas todas complicadas, como también que llega a delirios o psicosis, por culpa de estos o a pesar de estos escribe aún relatos asombrosos."

Los movimientos de Edgar en estos últimos tiempos son complicados, fluctuantes, a veces desconocidos. Dio alguna conferencia. Volvió a “su” Richmond, donde bebió terriblemente y recitó largos pasajes de “Eureka” en los bares, para estupefacción de honestos ciudadanos. Pero también en Richmond, cuando recobró la normalidad, pudo vivir sus últimos días felices porque tenía allí viejos y leales amigos, familias que lo recibían con afecto mezclado de tristeza, y quedan crónicas de paseos, bromas y juegos en los que “Eddie” se divertía como un chico. Asoma entonces (parece que en una de sus conferencias) la imagen de Elmira, su novia de juventud, que había quedado viuda y no olvidaba al hombre de quien la apartara una conjura familiar. Edgar debió de verla y pensar en ella. Pero Helen lo atraía mágicamente y volvió al Norte con expresa intención de proponerle matrimonio. Helen era incapaz de resistir la fascinación de Poe, pero no se sentía muy dispuesta a casarse de nuevo. Prometió reflexionar y decidirse. Edgar se fue a esperar su decisión a casa de Annie Richmond, lo cual es perfectamente característico.

"Cuando se dice: -Los movimientos de Edgar son complicados, fluctuantes a veces desconocidos-, luego se dice que volvió a la normalidad: Es como estar describiendo a una persona afectada por un trastorno bipolar."

El resto se vuelve cada vez más brumoso. Poe recibe una carta indecisa de Helen y, entretanto, su afecto por Annie parece haber aumentado tanto que, al separarse de ella, le arrancó la promesa de que acudiría a su lecho de muerte. Desgarrado por un conflicto entre imaginario y real, Edgar partió dispuesto a visitar a Helen, sin llegar a su destino. “No me acuerdo de nada de lo sucedido”, diría luego en una carta. Pero él mismo narra su tentativa de suicidio. Compró láudano y bebió la mitad del frasco en Boston. Antes de tener tiempo de tomar la otra mitad (que lo hubiera matado) sobrevino la reacción de un organismo ya habituado al opio, y Edgar vomitó el exceso de láudano. Cuando más tarde llegó a casa de Helen tuvo lugar una escena desgarradora, hasta que ella consintió en el matrimonio si Edgar le prometía abstenerse para siempre de toda droga o estimulante. Poe lo prometió, volviendo al cottage de Fordham, donde Mrs. Clemm lo esperaba angustiada por su larga ausencia y los rumores que llegaban sobre las locuras de “Eddie” (…)

"A estas alturas su problema mental esta provocando fuertes crisis que unido a sus relaciones sentimentales complicadas, lo tenían al filo de la navaja, se presenta un intento de suicidio como también una crisis mental, evidenciada cuando dice: No acordarse de hechos"

Quizá este mismo infierno le ayudó a levantarse una vez más, la última, Asqueado por los rumores, la maledicencia, la sociedad de los literati y sus mezquinas querellas, se encerró en el cottage con Mrs. Clemm y luchó con los restos de su energía para salir adelante, editar, por fin, su nunca olvidada revista y reanudar el trabajo creador. De enero a junio de 1849 pareció agazaparse, esperar. Pero hay un poema, “Para Annie”, en el que Poe se describe a sí mismo muerto, feliz y abandonadamente muerto, por fin y definitivamente muerto. Era demasiado lúcido para engañarse sobre la verdad, y cuando iba a Nueva York se entregaba al láudano con desesperada avidez (…)

En julio de 1849, Poe abandonó Nueva York para volver a su ciudad de Richmond. No se sabe por qué lo hizo, como no fuera movido por un oscuro instinto de refugio, de protección. Lleno de presentimientos, se despidió de la pobre “Muddie”, que no volvería a verlo. De una amiga se separó diciéndole que estaba seguro de no regresar; lloraba al decirlo. Era un hombre con los nervios a flor de piel, que temblaba a cada palabra. No se sabe cómo llegó a Filadelfia, interrumpiendo su viaje al Sur, hasta que a mediados de julio, probablemente después de muchos días de intoxicación continua, Edgar entró corriendo en la redacción de una revista donde tenía amigos y reclamo desesperadamente protección. La manía persecutoria estallaba en toda su fuerza. Estaba convencido de que “Muddie” había muerto; probablemente quiso matarse a su vez, pero el “fantasma” de Virginia lo había detenido (…) La alucinante teoría duró semanas enteras hasta que Edgar empezó a reaccionar. Entonces pudo escribir a Mrs. Clemm, pero el párrafo central de su carta decía: “Apenas recibas esta ven inmediatamente… Hemos de morir juntos. Inútil tratar de convencerme: de morir…” Sus desolados amigos reunieron algún dinero y lo embarcaron rumbo a Richmond; durante el viaje, sintiéndose mejor, escribió otra carta a “Muddie” reclamando su presencia. Lejos de ella, lejos de alguien que lo acompañara y cuidara, Edgar estaba siempre perdido. El más solitario de los hombres no sabía estar solo. Apenas llegado a Richmond escribió otra vez (…)

"A estas alturas se puede notar que las crisis mentales son cada vez peores, en esta que se relata llega a un estado de paranoia, adicionalmente nunca fue tratado por médicos, así como entraba en crisis salía de ella y volvía a ser alguien normal ante todas las personas.

Pero los amigos de Richmond le proporcionaron sus últimos días tranquilos. Bien atendido, respirando la atmósfera viriginiana que, después de todo, era la única verdaderamente suya, Edgar nadó una vez más contra la corriente negra, como había nadado de niño para asombro de sus camaradas. Se le vio de nuevo paseando reposadamente por las calles de Richmond, visitando las casas de los amigos, asistiendo a las tertulias y a las veladas, donde, claro está, lo asediaban cordialmente para que recitara “El cuervo”, que en su boca se convertía en “el poema inolvidable” (…)

A las cuatro de la madrugada del 27 de septiembre de 1849, Edgar se embarcó rumbo a Baltimore. Como siempre en esas circunstancias, estaba deprimido y lleno de presentimientos. Su partida a hora tan temprana (o tan tardía, pues había pasado la noche en un restaurante con sus amigos) parece haber obedecido a un repentino capricho suyo. Y desde ese instante todo es niebla, que se desgarra aquí y allá para dejar entrever el final (…)

El 29 de septiembre el barco atracó en Baltimore; Poe debía tomar allí el tren para Filadelfia, pero se hacía necesario esperar varias horas. En una de estas horas se selló su destino. Se sabe que cuando visitó a un amigo ya estaba ebrio. Lo que pasó después es sólo materia de conjetura. Se abre un paréntesis de cinco días, al final de los cuales un médico, conocido de Poe, recibió un mensaje presurosamente escrito a lápiz, informándolo de que un caballero “más bien mal vestido” necesitaba urgentemente su ayuda. La nota procedía de un tipógrafo que acaba de reconocer a Edgar Poe en un borracho semiinconsciente, metido en una taberna y rodeado por la peor ralea de Baltimore. Eran días de elecciones, y los partidos en pugna hacian votar repetidas veces a pobres diablos, a quienes emborrachaban previamente para llevarlos de un comicio a otro. Sin que exista prueba concreta, lo más probable es que Poe fuera utilizado como votante y abandonado finalmente en la taberna donde acababan de identificarlo. La descripción que más adelante haría el médico muestra que estaba ya perdido para el mundo, a solas en su particular infierno en vida, entregado definitivamente a sus visiones. El resto de sus fuerzas (vivió cinco días más en un hospital de Baltimore) se quemó en terribles alucinaciones, en luchar con las enfermeras que lo sujetaban, en llamar desesperadamente a Reynolds, el explorador polar que había influido en la composición de Gordon Pym y que misteriosamente se convertía en el símbolo final de esas tierras del más allá que Edgar parecía estar viendo, así como Pym había entrevisto la gigantesca imagen de hielo en el último instante de la novela. Ni “Muddie”, ni Annie, ni Elmira estuvieron juntos a él, pues lo ignoraban todo. En un intervalo de lucidez, parece haber preguntado si quedaba alguna esperanza. Como le dijeran que estaba muy grave, rectificó: “No quiero decir eso. Quiero saber si hay esperanza para un miserable como yo”. Murió a las tres de la madrugada del 7 de octubre de 1849. “Que Dios ayude a mi pobre alma”, fueron sus últimas palabras. Más tarde, biógrafos entusiastas le harían decir otras cosas. La leyenda empezó casi en seguida, y a Edgar le hubiera divertido estar allí para ayudar, para inventar cosas nuevas, confundir a las gentes, poner su impagable imaginación al servicio de una biografía mítica.

La Jornada, 15 febrero 2009

"La muerte temprana de Poe puede deberse a unos deseos de dejar este mundo debido a problemas mentales, que encontraron la chispa que desencadenó el incendio, como pudo haber sido una intoxicación alcohólica, provocada por quien sabe que cantidad y calidad de licor, en sus ultimas palabras se puede notar que a pesar de querer dejar este mundo, se arrepiente de ello, de haberse causado daño y le pregunta a su medico si le queda alguna esperanza, a pesar de desear la muerte en algunos momentos de desbalances mentales cuando se vuelve a la lucidez se quiere seguir viviendo, pero esto fue momentos antes de morir, cuando ya era demasiado tarde." 


1 Cuentos completos de Edgar Allan Poe, Editorial Círculo de Lectores, traducción e introducción de Julio Cortázar, Bogotá 1984.

2 Revista médica de Chile versión impresa ISSN 0034-9887 La historia médica de Edgar Allan Poe

3 Blog Matasanos La misteriosa enfermedad y muerte de Edgar Allan Poe - Posted by christianvonm 21 de febrero de 2011.

A continuación la entrada del blog matasanos

Febrero 21, 2011
La misteriosa enfermedad y muerte de Edgar Allan Poe
Poe nació en Boston en 1809. Hijo de actores itinerantes, que a la edad de 3 años lo dejaron huérfano junto a 2 hermanos tras fallecer su madre de tuberculosis. Fue adoptado por un abogado apellidado Allan quien lo protegió durante su adolescencia. Precozmente destacó por su increíble rendimiento escolar pero era reconocido por su carácter impulsivo, cambiante y muyirritable. A los 17 años fue sancionado en la escuela por excesivo abuso de alcohol y más tarde fue retirado de la academia militar de West Point por sus excesos etílicos y deudas que también lo llevan a romper relaciones con su padre adoptivo.  Se fue a vivir donde una tía y se terminó enamorando de su prima, con quien se casó. Si bien durante esos años fue muy productivo literariamente, no logró vivir de su profesión. Es más, por su cuento más famoso, “El cuervo” (1845), sólo recibió 15 dólares de la época (video más abajo). Todo esto lo lleva a una depresión descrita en sus cartas como:
Tengo cambios muy marcados. De la mayor depresión persistente puedo pasar a una exaltación o júbilo inmenso con una gran voracidad por trabajar” (Lo que hoy ha sido interpretado por algunos como un Trastorno Bipolar).
Seis años atrás la mujer que más amé enfermó con recurrentes sangramientos pulmonares; al final del año se repitieron estos episodios. Me volví loco de dolor, con largos intervalos de horrible sanidad. Durante los episodios de absoluta inconsciencia bebí … Dios sabe cuán a menudo o cuánto. Como ofensa mis enemigos atribuyeron mi locura al abuso de alcohol, en vez del abuso de alcohol a mi locura”.
Una teoría planteada por el neurólogo epileptólogo Dr. Bazil, postula que Poe presentó crisis del lóbulo temporal gatilladas por el alcohol, lo que explicaría los cuadros confusionales con automatismos psicomotores (ictales o postictales) y acompañados de alucinaciones visuales. Hubo sin embargo cuadros también de alteración de conducta sin relación a ingesta alcohólica, lo que sería explicable por psicosis interictales o postictalescomo se ha postulado en otros artistas como Vincent Van Gogh (por consumo de ajenjo). En cuentos como “El pozo y el péndulo” se relatan los horrores sufridos por el protagonista torturado en los tiempos de la inquisición. Al inicio de este relato se describen alucinaciones visuales complejas y luego inconsciencia, lo que sugiere una crisis epiléptica:
“…En un inicio vino una gran náusea sobre mi espíritu y entonces sentí cada fibra de mi cuerpo saltar como si estuviera conectado a una corriente galvánica, mientras que las formas angelicales que veía se transformaron en espectros y vino la oscuridad como si el alma se sumergiera en Hades…”
Edgar Allan Poe debe ser uno de los grandes escritores de la literatura universal  y considerado como el padre de los cuentos de terror y misterio y su vida no estuvo alejada de eso. La vida de Poe estuvo rodeada de tristeza, problemas económicos, tormentosas relaciones amorosas y el casi nulo reconocimiento de sus contemporáneos. Cuando por fin había logrado alcanzar cierta estabilidad emocional y un grado de reconocimiento, muere sorpresivamente a la edad de 40 años sin aclarar hasta el día de hoy la causa de su muerte. CharlesBaudelaire (quien redescubrió sus escritos) dijo: “… Poe fue el más original, el más sensible y el más infortunado de los poetas”.



Los últimos días de Poe
El año 1849 fue especialmente tormentoso para E.A. Poe, con más dificultades económicas y su nuevo noviazgo con un amor de la adolescencia. Trató de fundar una nueva revista literaria para la cual tenía los recursos conseguidos. Pero poco se sabe de la última semana de su vida. Hacía meses que no bebía y era miembro de una asociación de abstemios de Baltimore. El 6 de julio viajó a Richmond y a Filadelfia para conseguir apoyo para su revista. En Filadelfia tuvo un cuadro confusional descrito por testigos como “el poeta se presentó pálido, ojeroso y con una alarmante expresión de extravío en los ojos, diciendo que querían complotar contra él”. Luego describen que comenzó a fantasear sobre una torre en la que estaba encerrado y de sentir una “atmósfera rara”. Al día siguiente se despierta ad íntegrum y se reencuentra con una antigua novia a quien le pide matrimonio. Toma un tren a Nueva York  pero se desvió a Baltimore (sin conocerse la causa), y luego habría intentado ir a Filadelfia pero a mitad de camino regresa a Baltimore donde fue hallado vagando, confuso y con ropas que no le pertenecían. Luego fue encontrado en un tren. Todo esto se cree reflejan automatismos psicomotores producto de una epilepsia parcial compleja.
Tres días antes de su muerte es hospitalizado en el Hospital de Washington de Baltimore. Los médicos lo describieron al ingreso como confuso, delirante pero sin aliento etílico, con amnesia total de por qué estaba en esa ciudad. Se le ofreció alcohol pensando en un delirium tremens pero Poe lo rechazó. Cae en coma y fallece con el diagnóstico de “Congestión cerebral” producto de daño hepático. Nunca se realizó una necropsia.
Si bien nunca se podrá saber qué le sucedió en sus últimos días, lo que no cabe duda es sobre su genio y aporte a la literatura universal.

Otra entrada en internet sobre Poe es esta

La ultima borrachera de Poe

Este enlace hace parte del blog Into de Wild Union del Español Rafael Narbona

A continuación también se tiene el texto extraído de este enlace:


LA ÚLTIMA BORRACHERA DE EDGAR ALLAN POE






Desde hace cuatro días, no he dejado de beber. Ya no me queda dinero, pero en las esquinas aún hay almas compasivas que se desprenden de unas monedas, cuando extiendes la mano y desvías la mirada. 

Hay algo incomprensible y particularmente doloroso en la caridad. Sientes vergüenza, gratitud, despecho, rencor. Yo intento no recordar los rostros. Sólo pienso en la siguiente copa. Imagino que mi prometida estará preocupada. Imagino que mis amigos piensan que he vuelto a las andadas. Sé que parezco un mendigo, uno de esos seres desventurados que huyen de sí mismos, intentando borrar su nombre y su pasado, incapaces de sostener la mirada frente a un escaparate, donde se refleja toda su miseria. 




Escribir tal vez me haya servido para que mi nombre perdure, pero nadie sabrá lo que hay detrás de cada página. Nadie lo sabrá porque yo mismo lo desconozco. Nunca he sido un moralista. Nunca he pretendido aleccionar ni señalar un camino. De hecho, soy más feliz cuando ignoro hacia dónde me dirijo. Sólo obedezco a mi capricho y jamás me he molestado en hacer examen de conciencia. Nunca he deseado ser un hombre honesto y, de todas mis pasiones, sólo reconozco grandeza en la soledad.




Las ciudades te hacen invisible. Deambular entre desconocidos te produce un vértigo embriagador. Al principio, pareces insignificante. Nadie se fija en ti. No eres importante. Podrías desplomarte en un callejón y morir, sin que nadie se molestara en comprobar si respiras, pero cuando el alcohol ha borrado todas tus inseguridades, sientes que el mundo sólo existe para ti. Estás en un decorado y todos los que pasan a tu lado son figurantes. Sólo están ahí para que representes tu papel. He cumplido cuarenta años, pero aún no he agotado mi repertorio. Ser un comediante es más fácil cuando eres el hijo de una actriz, que hizo vivir a más de doscientos personajes. Yo soy otro. El otro no es un extraño. El otro es la vida que no pudimos vivirSi la muerte me quitó a mis padres cuando era un niño, ¿por qué no puedo ser un niño hasta que la muerte se acuerde de mí? Las pérdidas duelen hasta que el corazón deja de latir. No recuerdo el rostro de mis padres, su voz o el sonido de sus pasos. Mentir sólo es una forma de recuperar esa presencia que no conocí. Detrás de cada mentira, están mis padres, gritando para salir de un infierno blanco, cuya forma apenas logro intuir.




Estar borracho es una manera de hacerse notar. Nunca me gustó el anonimato. Yo soy un caballero del Sur y conservo mi dignidad aunque me arrastre por el barro. Sé que mi aspecto es lastimoso. He vomitado mientras caminaba. Ha sido un vómito fluido, sin arcadas. Algunos apartaban la mirada, pero otros me observaban con una mezcla de repugnancia y compasión. Sé que huelo mal. Aunque el alcohol actúa como un anestésico, advierto el hedor. Tengo que esforzarme para no tenderme en un banco y empezar a dormitar. Me siento como un cirujano que se ha reservado las últimas dosis de morfina para espantar el sueño y continuar operando a hombres horriblemente desfigurados. 




Soy el último brote de la aristocracia del Sur, pero me he comportado como un rufián. Puedo presumir de haber sido expulsado de una universidad y una academia militar. Nunca he rehuido las peleas. De estudiante, me enfrenté con adversarios mucho más corpulentos que yo. Las peleas no las gana el más fuerte, sino el que mejor tolera el dolor. Cada victoria me costó pasar semanas con los huesos doloridos y el cuerpo lleno de hematomas. Heredé la obstinación de mi padre adoptivo, un hombre de negocios, que vendía tabaco, licores, grano, té, caballos o esclavos. Me dio su rabia y su tenacidad. También me dio su apellido. Nunca le gustaron mis calaveradas, pero yo pensaba en él, cuando en Richmond remonté el río James, luchando durante ocho kilómetros contra la corriente. También pensaba en Helen. Fue una insensatez enamorarse de la madre de un compañero, pero era una mujer realmente hermosa. Yo tenía catorce años y ella treinta. Nunca me correspondió, pero me inspiró los primeros poemas.




El amor te deja aturdido, confuso. La ternura también hace daño. Yo nunca logré deshacerme del miedo a perder el cariño que te empuja a salir de la cama y empezar un nuevo día, con su carga de incertidumbre y levedad. Aplicada al tiempo, la levedad es una maldición. La levedad de la vida me produce espanto, pues acaso la vida no es nada y nosotros nos engañamos, creyendo que es todo. Todo lo que somos y todo lo que podemos llegar a ser. Mi madrastra fue dulce y paciente, pero ni siquiera pude estar a su lado en su lecho de muerte. Nadie me avisó de que se hallaba gravemente enferma. Sólo puede visitar su tumba y perdí el conocimiento al leer su nombre en una lápida. Casarme con mi prima Virginia me ayudó a continuar. Sólo tenía trece años, pero me aportó serenidad. Cuando tocaba el arpa, me olvidaba de que los minutos arañan tu frente con ferocidad. El tiempo nuca juega a nuestro favor.




Desde que la tuberculosis mató a Virginia, soy una casa en ruinas, que se desmorona poco a poco. Si muriera en este instante, no podría decir que he desperdiciado la vida. Dejo algo detrás de mí. He logrado infundir el miedo en el corazón de los hombres. He alumbrado pesadillas que no se olvidarán con facilidad. He bajado a la turbia penumbra donde claudica la razón. He navegado por los negros canales de la locura. He descubierto que una mente sana jamás comprenderá la naturaleza del tiempo y el espacio. He utilizado la lógica para deshacer la trama de la maldad. No creo en la intuición, sino en el razonamiento científico. Las matemáticas me parecen menos abstractas que la realidad. La materia se deshace, pero el álgebra es un atisbo de la eternidad.





No soy optimista. No creo que la humanidad avance hacia un futuro mejor. No desaparecerán las guerras ni las abominaciones. El ser humano se mantendrá fiel a sus ignominias. Su pasión por lo complejo, le impide apreciar que el misterio es puro ilusionismo. Somos incapaces de resolver los problemas porque desconfiamos de la sencillez. Escarbamos en los cajones, pero ni siquiera inspeccionamos lo que hay sobre la mesa. He pasado la mayor parte de mi vida en una celda, con la sensación de que una guadaña iba a cortarme la cabeza. Ningún hombre debería soportar ese tormento. Es preferible arrojarse a un pozo y sentir que tu cuerpo se rompe al golpearse contra las paredes. 




Esto es el final. No esperes que una mano compasiva te rescate. Estás perdido y lo sabes. En tu alma, sólo hay desdén y deseos de venganza. Baltimore es una ciudad tumultuosa, donde no hay paz ni silencio. Alzas la cabeza y el cielo parece agua estancada. Los árboles se han convertido en ancianos abandonados en un parque y los pájaros ya no buscan sus ramas. Ya no aprecias belleza en el mundo. En cierto modo, estás desnudo. La ropa que llevas no te pertenece y te han entregado una papeleta para que votes a unos políticos sin escrúpulos.Cada hombre tiene su momento y el mío ha pasado. Ya sólo me queda esperar a que la corriente me escupa en cualquier orilla. Puedo anticipar mi último gesto. Hurgaré en mis bolsillos, buscando los nueve dólares que me pagaron por El CuervoNueve dólares pueden pagar muchas copas y ya sólo conservo un temor: despertar y descubrir que he recuperado la sobriedad.






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