Los Pijaos

Esta es un entrada de mi amigo del Facebook y conocido de hace mucho tiempo

Los Pijaos

Por: Javier Cañas Ángel

Sevilla Valle, 2 de mayo de 2020

UNA PEQUEÑA PARTE DE LA HISTORIA DEL TERRITORIO SEVILLANO EN SUS 117 AÑOS.  

Antes de la llegada de los españoles, el territorio que hoy día ocupa el Municipio de Sevilla, estaba habitado por el grupo indígena Los Pijaos, quienes estaban ubicados en ambas vertientes de la cordillera Central (Triana, 1990,21). 

Los Pijaos hacían parte de la familia Caribe, la cual, asentada en las islas del mar de la Antillas, en una de sus migraciones, penetró el continente por el río Magdalena y sus afluentes. Posteriormente siguieron el río Cauca, el río La Vieja. Rutas fluviales que les permitieron llegar hasta el sur de Colombia. Rodeando la cima de la Cordillera Central, se distribuyeron por toda la Olla del Quindío hasta el río la Paila en los alrededores del actual municipio de Sevilla. Los Pijaos, denominaron el territorio con el nombre de Kakataima (Conversaciones personales con el sociólogo Guillermo Castaño Arcila. Calarcá Quindío. Nov. 2012).
Hasta la llegada de los españoles, los Pijaos eran pueblos pacíficos dedicados a la agricultura. Cultivaban papa, arracacha, yuca, maíz y recolectaban un sinnúmero de frutos. También, pescaban y cazaban los animales de monte, que posteriormente sostendrían tanto a las olas colonizadoras, como a las guerrillas y los soldados regulares a lo largo de los conflictos armados de nuestra historia nacional. Ante la arremetida española, los Pijaos se armaron y defendieron su territorio a muerte. La llamada “Pacificación” de esta federación de Cacicazgos tomó alrededor de ochenta años en las llamadas guerras Pijaos y se logró con el genocidio de sus varones, la conversión al catolicismo y el mestizaje forzado de sus mujeres esclavizadas.

En palabras del señor Don Lorenzo de Terrones: “Pero el Pijao, habitador de una comarca muy áspera y fragosa, y toda lo más de montañas bravas, frías y de muy malos pasos y peñones, era vigilante guardián de tradiciones propias y custodios nada inseguros de conceptos harto cercanos al de nuestras mayores doctrinas políticas”.

No fue común a todos los pueblos americanos invadidos el sentido de la lucha por defender la integridad de su suelo. Los Pijaos fueron unos de ellos. Supieron algunos escritores de cosas históricas granadinas, que el pueblo Pijao alcanzó a contar hasta dieciocho mil (18.000) hombres y mujeres de lanza para defender su territorio, lo cual no constituye, por razones varias, argumento suficiente para determinar la cuantía de sus fuerzas exteriores o de sus capacidades internas. 

Entre los años 1602 y 1603, don Lorenzo de Terrones se encargó de apagar las hogueras con cuyas lumbres los Pijaos se enviaban mensajes de un monte a otro, hogueras que jamás volvieron a encenderse. 

Una vez pasado el genocidio y posible escape de algunos pobladores Pijaos a otros territorios ajenos y distantes, la selva buscó su espesura entre el silencio, la lluvia y la neblina.

Javier Cañas Ángel

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