Con los "campechanos" la cosa es seria

Escrito por Javier Marulanda

Sevilla, Valle del Cauca, Colombia 2 de Marzo de 2013

Como los campesinos colombianos están acostumbrados al trabajo y no a la revuelta, los gritos, los paros, o el saqueo, el gobierno creyó que estos hombres de paz y labranza no estaban en capacidad de resistir.  Los montaraces de piel curtida por el sol de muchos atardeceres, de manos duras de tanto trajín, le demostraron a Colombia y al mundo que son una raza fuerte, echada palante buenos para elegir pero resueltos para protestar, gritar, denunciar y decir NO cuando las circunstancias así lo reclamen.

Dormir a la intemperie no es problema para ellos, seo lo aprendieron de los abuelos en las jornadas de arrieria; caminar ocho horas al día no es un obstaculo, porque sus pies son herencia de andariegos, hacer comida en fogatas al aire libre es un ejercicio que saben de memoria; amamantar hijos a la orilla del camino es la eseñanza que quedó de las abuelas, recibir garrote no hace mella, porque hace 500 años están recibiendo golpes y uno más, no los asusta, ni los hace retroceder.

Asustado está el gobierno y confundidos sus asesores, porque creyeron que solos los indígenas tienen la capacidad para confrontar, caminar y paralizar el pais.  Ahora está demostrado que los hombres y mujeres de faldas, trenzas, moños, alpargatas, hombres de sombrero aguadeño, carriel, mulera, tapapinches y botas pantaneras, tienen también voz, verraquera, arrojo, entusiasmo para tirarse a los caminos y denunciar la explotación, el atropello, la desidia, el marginamiento y el abandono del estado para el sector que ha producido la riqueza que hizo crecer al pais en el siglo XX  y aun lo sigue haciendo, a pesar de querer desplazar el producto del trabajo de mas de medio millón de familias con la locomotora minera que solo da trabajo a unas dos mil si mucho y da mas beneficio a las multinacionales que al pais.

Por primera vez en la historia de esta maltratada patria, veo los hijos y los nietos agrediendo en masa a sus propias familias, con sevicia castigando padres y abuelos, descargando sus garrotes y su furia en las espaldas de tios, tias, primos, cuñados, vecinos.  Veo POLICIAS, nacidos en humildes ranchos, criados a la orilla del cafetal y la platanera, arrojando gases en el entorno que sus mayores pisan, haciendo sonar escudos que intimidad; persiguiendo hombres y mujeres buenos, maltratando a los que por siglos se han maltratado.  Por lo que he visto, este es el canto del primer amanecer y por la semilla que se ha regado en el camino, apenas empieza a florecer la rosa, el pétalo se abrirá mañana y hay que saber cultivar este jardín para que la historia sea diferente en las duras jornadas del futuro.

Comentarios

  1. Con los alpargatudos la cosa es a otro precio y además, unidos con indígenas y camioneros, es el pueblo a punto de sublevarse. Santos y sus amigos deben ponerse pilas

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