¿REQUIEN POR UN TORO?


“En el mundo todo suda sangre: los muros, los periódicos, los rostros de los hombres”. 
Baudelaire.


Escrito por Javier Marulanda

Sevilla, Valle del Cauca, Colombia 25 de Febrero de 2013



En un país donde impera la crueldad, el oprobio, el maltrato, donde la piel del ser humano es herida, ultrajada y arrojada al precipicio, nadie puede hablar de trato desigual y degradante porque todos somos cómplices de lo que al género humano le ha sucedido y le seguirá sucediendo, en este país que todos los días se queda sin memoria.



Mucha gente se conmueve, porque un toro muere en la arena después de haber sido lidiado con maestría por un torero, pero esas mismas personas que ponen el grito en el cielo no sienten el menor pavor cuando un niño colombiano es descuartizado en la gran ciudad y su cuerpo es arrojado en un basurero público.
Algunos ven como un acto de crueldad, la suerte de varas que ejecuta el picador con el miura, pero no se alarman cuando ven un ser humano encadenado por el cuello, la cintura y los pies que camina lentamente por un sendero, donde más adelante otros ya le han hoyado su sepultura.
No ha de faltar quien proteste, por un tercio de banderillas bien puestos en el astado del animal, pero muy pocos son los que se aterrorizan cuando una despiadada madre quema con agua hervida o con fuego las manos de una niña, que cogió sin su consentimiento, un mendrugo de pan para calmar el hambre.
Mucha gente anda preocupada porque después de ejecutadas verónicas, afarolados o chicuelinas el toro ya está cansado, no hay rival para enfrentar, pero esos mismos defensores del animal no se alarman ni se inquietan cuando los niños de esta país se meten a socavones oscuros para arrancarle a las entrañas de la tierra algún mineral que les de la subsistencia, nadie se solidariza con ellos, que se cansan más que el toro cuando se encuentra embistiendo el capote que le tiende el matador.
Muchos lloran, cuando un toro de casta y de bravía es descabellado, pero no he visto a ninguno de los que gimen por el animal derramar las mismas lágrimas cuando los grupos al margen de la ley hacen rodar las cabezas de humildes campesinos colombianos.
Casi todos los que se lamentan por lo que le sucede al toro son glotones, carnívoros por excelencia, depredadores y unos consumen más carne que otros. Ninguno de los profetas de la falsa moral, ha retirado el plato de su mesa porque allí va la carne de un novillo, todos la devoran con apetito sin preguntarse cuánto sufrió este animal antes de ser sacrificado; de qué manera se ocasionó su muerte y cuántos oprobios le hizo el matador, para que usted deguste el festín.
Desde los tiempos de Roma, tres mil años atrás, siempre han existido los quejosos, los que están en contra de la fiesta brava, ayer Calígula le tiraba los seres humanos a las fieras y nadie se tapaba los ojos ante tanta crueldad, hoy sucede lo mismo, con la diferencia de que en esta patria acostumbrada al maltrato los que han muerto y los que vamos a morir, son devorados por las aves de rapiña.

JAVIER MARULANDA (Sevilla, Valle)




Comentarios

  1. Es la práctica de la doble moral: lo ancho para nosotros y lo angosto para los demás. De todas maneras el arte de Cúchares se debe acabar, porque así seamos carnívoros, vegetarianos u omnívoros, lo hacemos por la supervivencia.

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