Correría de un Paisa por la URSS

Por Javier Marulanda




Un Kuellar en Moscú

Muy pocos sevillanos (de Sevilla Colombia, tierra de paisas; no Sevilla España, tierra de andaluces), se pudieron dar el lujo de conocer la patria de Lenín y de Chejov, en la época de los Soviets.

Este privilegio solo lo gozaron entre otros personas como Hector Fabio Parra, Wilson Zapata, Hernando Henao, Orlando Arcila, Hector Martínez y Hector Fabio Kuellar quien en este momento es el zar del café del Valle del Cauca y una de las figuras mas representativas de la región a nivel nacional.

Hablando del Señor Kuellar se puede afirmar que ha sido un hombre todoterreno, ha bailado al son que le toquen y, como agrónomo, ha recorrido la ceca y la meca, para hablar de lo que sabe y le gusta: El café.

En su historia de trotamundo, el personaje ha conocido fondas y caminos, ha parlado con campesinos, desplazados y comunidades indígenas, ha degustado pollo campesino y chigüiro; se ha emborrachado con chicha, tapetusa y aguardiente y se ha hecho entender en jerga paisa, o en lengua embera chamí.

El entorno donde ha transcurrido su actividad profesional es un paisaje embellecido de surcos y arados, de jardines y ríos  de gorjeo de pájaros y vuelo de mariposas, y de este ambiente campesino fue sacado un día para llevarlo a una gran ciudad, dejando atrás su historia de ruana, "tapapinches", mulera, carriel,  zurriago y alpargatas.

Kuellar siempre lleva a Sevilla metida en el bolsillo de su camisa y cuando fue nombrado director del comité de cafeteros del Valle del Cauca, en su equipaje iban los lugares que nos son comunes: La historia de sus locos; las leyendas y sus mitos, las tradiciones del pueblo, el recuerdo de sus amigos y la memoria de sus ancestros.

El señor Kuellar estaba acostumbrado a viajar en mula, buey o carros Willys, a dormir en una buhardilla campesina cuando le cogía la noche siempre en un clima tropical; a comer fríjoles con coles y mazamorra con panela raspada y, de un momento a otro, su vida cambió, dio un giro de 180 grados y en menos de lo que canta un gallo estaba encaramado en un avión jet, que finalmente lo dejaría en el aeropuerto internacional de Sheremateva, en la antigua Unión Soviética, lugar donde fue recibido por un grupo de empresarios y una delegación del Kremlin. Había llegado a ese lugar, con el único objetivo de promocionar y mercadear el café Sevillano.

Dentro de la jerga paisa se dice que "montañero no pega en pueblo" y lo primero que hizo Kuellar mientras caminaba por la calle Arbat, fue comprarse una ahapka, un gorrito de los que le veíamos a Kruschev, cuando el viejito era el duro del poder en la URSS.

Antes de hablar sobre toda la carreta del grano, o como se podría decir antes de entrar al grano, que es el símbolo de nuestra economía, el personaje, muy juicioso, se dedicó a conocer lugares históricos de la patria de los zares,  los mencheviques y los bolcheviques: Recorrió la plaza roja, el mausoleo de Lenín, el museo de historia, la catedral de San Basilio y la  llamada calle de los artistas.

El zar del café se dio una vida palaciega, pero su historia de empresario la destiño la comida de los soviéticos, porque el menú era muy condimentado, cargado de salsas, vinagres, ají pique, licores raros y otra serie de menjurjes, que un montaraz no esta acostumbrado a engullir.  En Sevilla el señor Kuellar desayunaba con fríjoles calentados, arepa con mantequilla, perico con arroz y su buena porción de chocolate bien espeso y en la tierra de los soviets, se tuvo que tragar, por protocolo, una porción de tborog(sopa de remolacha con queso vinagre o yogurt y una cantidad de yerbas raras) la cual pasó con una Krushka de piba(cerveza que se toma mientras se va comiendo pescado crudo, seco y salado); el sevillano para no desentonar, se comió todo esto, siguiendo el precepto de "a la tierra que fueres, haz lo que vieres".

El resultado de todo este menú fueron cólicos durante todo el día, deseo de ir al baño con frecuencia, sudores y espasmos, maréos y náuseas.

La cosa pasó de castaño a oscuro, porque en la Unión Soviética, por aquellos tiempos, no le caminaba a la llamada sociedad de consumo, el papel higiénico no se veía por ninguna parte y, en un momento de urgencia, en uno de los sanitarios colectivos, el ilustre coterráneo, con dolor de patria, se tuvo  que limpiar con "Las aventuras del profesor Yarumo", acto tan irreverente como cuando un musulmán ensucia el corán, o un cristiano la biblia.


Otro tormento para nuestro dilecto amigo, en aquella lejana tierra, fue el inclemente frío que tuvo que soportar, porque la temperatura en el tiempo de la correría estaba varios grados bajo cero y le comentaba Camilo Restrepo a Manolo Benitez, que si Kuellar no se regresa a tiempo  a Colombia se había convertido en llavero, porque su piel se estaba encogiendo como le sucedió a Rasticnag, el personaje principal en Piel de Zapa, la obra de Balzac.

El propósito del doctor de Kuellar era negociar café y lo logró, los empresarios de aquel país se interesaron por nuestro producto insignia y para congratularlo por el éxito comercial alcanzado, lo invitaron a un nuevo banquete antes de regresar a la patria que lo vio nacer y sin querer queriendo, como dice el Chapulín Clorado,  le volvieron a dañar el. día, el programa y el organismo, porque a esa hora se sirvió a manteles tallasca tabaco, o pollo horneado con  exceso de ajo, menú que generalmente es acompañado con un trago de Vodka y un rollo de tocino crudo.

Cuentan sus amigos más cercanos, que si el ilustre sevillano no se viene rápido de la URSS, habría dejado en ese país todo su aparato digestivo.

Todo este víacrucis gástrico y el frío aguantado valieron la pena, porque hoy gracias al doctor Kuellar  el café de Sevilla y el de otras regiones del Valle del Cauca se vendió en los otrora países comunistas al lado de la llamada Cortina de Hierro y ahora después del fin de la guerra fría se sigue vendiendo, en los países ahora capitalistas de Europa oriental y la Rusia actual, también existe interés de los japoneses por vincularse al mercado, para que en la tierra de Hirohito, los ojirasgados saboreen el mejor tinto del mundo, producido por manos campesinas en los cafetales de una bella tierra llamada Sevilla,  a lo que yo nombro cariñosamente, como Puerto Antioquia.







Comentarios

  1. Sólo faltó que Kuellar hubiese ido a la tundra Siberiana a sembrar café proveniente de Cumbarco. Felicitaciones a Javier y éxitos a la Revista Historias Cercanas.
    Gustavo Noreña J

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